Pecosín y la Luna
22 de diciembre de 2.016
Daniel es un niño como cualquier otro de su edad, tiene 6 años y vive en un barrio cualquiera de una ciudad cualquiera. Bueno... a decir verdad hay un par de cosas que lo diferencia de los demás y es... la gran imaginación que tiene y las pecas de su cara, de ahí, que todo el mundo le llame Pecosín.
Junto a su casa hay un gran solar con una vieja casa a medio derruir y éste es su sitio preferido, donde pasa largos ratos en compañía de Bola 8, su gatita, decidió llamarla así porque era negra y le gustaba meterse en todos los agujeros y Canelo un viejo perro de la raza pointer que tuvo mejores tiempos corriendo tras conejos y perdices, ahora ya, relegado a hacer de guardaespaldas improvisado de Pecosín, tarea que hacía a las mil maravillas y encantado.
Pecosín lleva algún tiempo fijándose en la Luna que cada vez le fascina más. Se queda todos los días hasta tarde para verla, a su madre no le gusta mucho la idea pero no puede hacer carrera de Daniel, sabe que últimamente su obsesión es la Luna y hace lo imposible por verla todas las noches, por eso ella lo espera a la puerta de la vieja casa hasta que éste sale acompañado de sus fieles amigos Bola 8 y Canelo, luego lo toma de la mano y lo lleva a casa, pero esta noche Pecosín le hace a su madre una pregunta;
- Mamá ¿cómo puedo atrapar a la luna?
- Cariño eso es imposible.
- ¿Imposible? ¿Por qué?
- Porque es muy grande y está muy lejos.
- No es tan grande yo la puedo ver por un pequeño tubo... y cabe dentro, además aunque esté lejos se mueve y si se mueve la puedo atraer.
Pecosín se dispuso a cenar su cena favorita, acelgas, si chicos si, acelgas, se vuelve loco por ese plato, después de cenar se cepilla los dientes y una vez en la cama reza sus oraciones junto a su madre, el sueño le vence, ha sido un largo día, pero conociendo a Daniel el siguiente no será menos animado.
Son las siete de la mañana y Pecosín ya se ha levantado y le pide a su madre el desayuno entre gritos y saltos:
- Rápido mamá, date prisa que hoy atrapo a la Luna.
- Pero Daniel, cariño, ya te dije ayer que eso es imposible.
- De imposible nada mamá, he estado toda la noche pensando y ya se como la voy a coger.
- ¡Ah si! ¿y cómo?
- Verás... Llevo observándola durante algunos días y siempre desaparece por el mismo sitio, una pequeña ventana que hay en el piso de arriba de la vieja casa, si pongo un bote justo por donde pasa la atraparé.
- Pero cariño, eso no funciona así...
- Bueno... A la noche lo veremos.
- Vamos Bola 8, Canelo, vamos a jugar.
- Ten cuidado sabes que no me gusta que vayas a esa vieja casa a jugar.
- Tranquila mamá...
Pecosín se pasa allí el día entero, se le olvida hasta comer, cosa que su madre le recuerda continuamente.
Allí Daniel una vez es un rey en su castillo, otras un aventurero en la selva otras veces un astronauta en el espacio, como podéis ver su imaginación no tiene límites, tanto es así que pretende meter a la Luna en un frasco de cristal que se ha llevado de su casa.
Cae la tarde, Pecosín sabe que queda poco tiempo para que la Luna aparezca, sube al piso de arriba a colocar el frasco en el sitio exacto por donde él sabe que desaparece todas las noches. Se coloca donde lo hace habitualmente para contemplar su recorrido, seguro de que esta noche, es la noche. La Luna hace su recorrido de todas las noches, se va acercando a la ventana, poco a poco va entrando en el frasco y asombrosamente al llegar al fondo de éste... se detiene, parece que Pecosín tenía razón ha conseguido atrapar a la Luna, raudo sube escaleras arriba, coge el frasco y lo tapa, ahí está... como él la deseaba, Canelo aulla, Bola 8 sólo sabe ir de aquí para allá, sin rumbo y maullando lastimosamente... Pero algo hay que no es como Pecosín ha imaginado, mientras contempla a la Luna en el frasco y ante su asombro ésta le dice:
- ¡Ya lo has conseguido!... ¿Y ahora que?
Esas palabras hacen pensar a Pecosín, la Luna tiene razón, ¿y ahora que? La Luna le sigue hablando:
- No es mejor que me veas pasear todas las noches sobre el cielo que tenerme encerrada en un frasco, que tiene eso de bonito, además, así privarás a todos los demás niños de poder verme.
- Tienes razón, después de verte encerrada creo que es mejor que estés ahí fuera y que nos veamos todas las noches como hasta ahora, pero prométeme una cosa que cada vez que pases por aquí me saludarás.
- Claro Pecosín, eso está hecho...
Pecosín procede a abrir el frasco y deja salir a la Luna. Desde entonces, todas las noches cuando pasa junto a Daniel esta le guiña un ojo para agradecerle que la dejara en libertad.
Por: Tomás Castellanos Díaz