¿"Fiesta" Nacional?
18 de octubrede 2.016
La polémica sobre la fiesta nacional hace algún tiempo que está servida, animalistas, naturalistas, vegetarianos, grupos anticaza y un sinfín de movimientos creados alrededor del maltrato animal. Está claro y que vaya por delante que yo estoy totalmente en contra de dichos actos. Soy cazador y no antitaurino precisamente y a lo mejor no es el momento ni el sitio para decirlo pero si quiero ser honesto conmigo y con todos vosotros al exponer este argumento debo de decirlo.
Al contrario de lo que mucha gente cree, la caza, busca desde su propia idiosincrasia el bienestar animal, el equilibrio natural y la idónea selección del propio entorno. Esto, a alguien que se cierra en ver el mundo de la caza como una simple matanza es difícil de explicar pero no quiero mezclar conceptos, lo que aquí me ocupa son los toros y a ello voy.
Hay que ser realista y entender que un toro es un ser vivo, de eso no hay duda. De que durante el desarrollo de una corrida, sufre, no estoy dentro del toro pero que le introduzcan un estoque de 88 centímetros de longitud, en el mejor de los casos, no tiene que ser agradable precisamente. Digo lo de “…en el mejor de los casos…” por que, no siempre, pero eso suele significar una muerte rápida y eso en la mentalidad de cualquier torero o cazador es la finalidad del lance, tanto el del taurino como el de la caza dar muerte al animal con el menor sufrimiento posible o nulo si se puede, sé que suena paradójico, pero así es. Pues para llegar a ese final ha tenido que pasar por varios, denominados tercios, en los que en todos ha sido objeto de distintas suertes como la de varas, banderillas y por ultimo el de muletas, donde se le da muerte al animal. No defino ninguna de las suertes por no violentar más, si es que se puede, este artículo.
Todo esto visto desde la comodidad de un palco o la “lejanía” de una barrera puede resultar atractivo, espectacular y hasta noble. El problema viene cuando sacas de contexto alguna parte muy concreta de esa serie de lances. El toro borbotoneando sangre por la inclusión de una pica y unas posteriores banderillas o el visionado del toro “escupiendo” sangre por la boca debido a la perforación de un pulmón seguramente por ese casi métrico estoque no es agradable, si además le sumas el posible descabello que no suele ser a la primera pues es un suma y sigue.
Los “puristas” creerán que eso es “arte”, “fiesta”, o incluso “noble” pero seguro estoy de que en algún momento han sentido lo que cualquiera que se precie de ser humano ha sentido frente a estas situaciones descritas anteriormente, aunque no lo reconozca. Muchos de ellos tendrán mascotas, perros, gatos, periquitos o una boa constrictor y seguro estoy que todos y digo todos han superpuesto a ese doméstico animal al toro que están viendo… torear y habrán sentido desde lo más profundo que no está bien, pues a ellos no les gustaría ver así a sus animales.
Amigos todo es cuestión de tiempo y seguro que al final, no dentro de mucho se abolirán definitivamente o se extinguirán bien por su propia naturaleza o por falta de seguimiento al popular arte del toreo.
Ahora bien, intentar erradicar una tradición que lleva en nuestro país desde hace 800 años no es fácil. No podemos pretender, de un plumazo, quitar, olvidar o repudiar años y años de cultura. En primer lugar por respecto a los propios aficionados, sí, respeto y después porque, aunque no nos guste, es algo intrínseco a nosotros mismos, forma parte de nuestro legado y herencia y es posible que haya llegado el momento de poner de manifiesto lo poco atractivo del hecho.
Fórmulas magistrales no existen para esto, pero es posible que lo mejor sea dejar que caiga pos su propio peso y el secreto esté en inculcar a las nuevas generaciones lo innecesario que puede resultar una corrida de toros, lo poco atractivo que tiene, y lo gratificántemente negativo que puede resultar. Al final y al tratarse de una afición creada por los propios seguidores, si no hay seguidores, dudo mucho que haya afición y como todo acto lucrativo en cuanto deje de generar ingresos para sufragar dichos actos es posible que empiecen a decaer hasta su extinción. Toreros habrá siempre, igual que habrá violadores, asesinos, ladrones y tantos de esta ralea, pero se podrá minimizar el número de animales con ese final tan cruento. Con los aficionados de esta generación poco se puede hacer, al que le gusta le gusta, pero está en nuestra mano que a nuestros descendientes les “inoculemos” otras prioridades de diversión. De intentar acabar con una tradición centenaria a base de consignas, pancartas, manifestaciones, etc. al hacerlo deseándole la muerte a un niño de 8 años como hace unos pocos días hemos podido ver en las redes hay algo más que un abismo.
Al contrario de lo que mucha gente cree, la caza, busca desde su propia idiosincrasia el bienestar animal, el equilibrio natural y la idónea selección del propio entorno. Esto, a alguien que se cierra en ver el mundo de la caza como una simple matanza es difícil de explicar pero no quiero mezclar conceptos, lo que aquí me ocupa son los toros y a ello voy.
Hay que ser realista y entender que un toro es un ser vivo, de eso no hay duda. De que durante el desarrollo de una corrida, sufre, no estoy dentro del toro pero que le introduzcan un estoque de 88 centímetros de longitud, en el mejor de los casos, no tiene que ser agradable precisamente. Digo lo de “…en el mejor de los casos…” por que, no siempre, pero eso suele significar una muerte rápida y eso en la mentalidad de cualquier torero o cazador es la finalidad del lance, tanto el del taurino como el de la caza dar muerte al animal con el menor sufrimiento posible o nulo si se puede, sé que suena paradójico, pero así es. Pues para llegar a ese final ha tenido que pasar por varios, denominados tercios, en los que en todos ha sido objeto de distintas suertes como la de varas, banderillas y por ultimo el de muletas, donde se le da muerte al animal. No defino ninguna de las suertes por no violentar más, si es que se puede, este artículo.
Todo esto visto desde la comodidad de un palco o la “lejanía” de una barrera puede resultar atractivo, espectacular y hasta noble. El problema viene cuando sacas de contexto alguna parte muy concreta de esa serie de lances. El toro borbotoneando sangre por la inclusión de una pica y unas posteriores banderillas o el visionado del toro “escupiendo” sangre por la boca debido a la perforación de un pulmón seguramente por ese casi métrico estoque no es agradable, si además le sumas el posible descabello que no suele ser a la primera pues es un suma y sigue.
Los “puristas” creerán que eso es “arte”, “fiesta”, o incluso “noble” pero seguro estoy de que en algún momento han sentido lo que cualquiera que se precie de ser humano ha sentido frente a estas situaciones descritas anteriormente, aunque no lo reconozca. Muchos de ellos tendrán mascotas, perros, gatos, periquitos o una boa constrictor y seguro estoy que todos y digo todos han superpuesto a ese doméstico animal al toro que están viendo… torear y habrán sentido desde lo más profundo que no está bien, pues a ellos no les gustaría ver así a sus animales.
Amigos todo es cuestión de tiempo y seguro que al final, no dentro de mucho se abolirán definitivamente o se extinguirán bien por su propia naturaleza o por falta de seguimiento al popular arte del toreo.
Ahora bien, intentar erradicar una tradición que lleva en nuestro país desde hace 800 años no es fácil. No podemos pretender, de un plumazo, quitar, olvidar o repudiar años y años de cultura. En primer lugar por respecto a los propios aficionados, sí, respeto y después porque, aunque no nos guste, es algo intrínseco a nosotros mismos, forma parte de nuestro legado y herencia y es posible que haya llegado el momento de poner de manifiesto lo poco atractivo del hecho.
Fórmulas magistrales no existen para esto, pero es posible que lo mejor sea dejar que caiga pos su propio peso y el secreto esté en inculcar a las nuevas generaciones lo innecesario que puede resultar una corrida de toros, lo poco atractivo que tiene, y lo gratificántemente negativo que puede resultar. Al final y al tratarse de una afición creada por los propios seguidores, si no hay seguidores, dudo mucho que haya afición y como todo acto lucrativo en cuanto deje de generar ingresos para sufragar dichos actos es posible que empiecen a decaer hasta su extinción. Toreros habrá siempre, igual que habrá violadores, asesinos, ladrones y tantos de esta ralea, pero se podrá minimizar el número de animales con ese final tan cruento. Con los aficionados de esta generación poco se puede hacer, al que le gusta le gusta, pero está en nuestra mano que a nuestros descendientes les “inoculemos” otras prioridades de diversión. De intentar acabar con una tradición centenaria a base de consignas, pancartas, manifestaciones, etc. al hacerlo deseándole la muerte a un niño de 8 años como hace unos pocos días hemos podido ver en las redes hay algo más que un abismo.
Por: Tomás Castellanos Díaz