I-Humanos 3.0
La Próxima Generación
La Próxima Generación
18 de Octubre de 2.016
Que terminaremos convirtiéndonos en más parte "máquinas" que humanos lo tenemos claro, al menos, yo. ¿Quién va a negarse a tener mejor calidad de vida si se lo puede permitir? Voy más allá. Imaginemos que usted, sí usted, el que ahora está ahí tranquilamente leyendo este artículo, pues usted mañana, tiene un accidente y por ese motivo pierde una mano, la que usa para coger la taza del café que se toma todas las mañanas, esa con la que saca la cartera del bolsillo para pagar, la que utiliza para cerrar un trato descomunal que le ha reportado una cantidad ingente de dinero, esa mano. Resulta que en ese momento no disponen de su propia extremidad para poder transplantársela porque nadie, en el tumulto del accidente, ha caído en la cuenta de recogerla. Pero en ese momento alguien le propone una alternativa, una solución, quizás, si lo pensamos bien, mejor de la que usted disponía, eso es, mejor que su propia mano. Alguien le propone, como decía, el implantarle una prótesis realizada en titanio anodizado, con articulaciones de plástico alumínico, tendones de vidrio metálico y acrilonitrilo butadieno estireno y todo ello recubierto con microtejido metálico y con un tono de color y textura al resto de su cuerpo. En pocas palabras... una mano protésica, exactamente igual que la suya pero más duradera, 5 veces más fuerte y que nunca, nunca le ocasionará ningún problema, sin dolor y plenamente funcional, ¡vaya! que si alguien no se hubiera enterado de su accidente y volviera a verlo con su nueva "adquisición" no notaría la menor diferencia, a excepción del apretón de manos.
En un principio habrá un problema, el coste, un "artilugio" de esos debe ser caro, pero usted tiene todo el dinero que necesita, incluso más. Ahora dígame ¿se negaría usted ese "capricho"?. Yo no le responderé, hágalo usted. Supongo que habrá quien tenga limitaciones... religiosas, éticas, morales y otros cientos que se podrán haber generado al cabo del tiempo, pero una cosa es segura, la opción la tendrá y no dentro de mucho de hecho ya se está experimentando a día de hoy ese tipo de posibilidades.
Pues resulta que ya hemos salvado las distancias éticas, morales y económicas. Ahora se plantean otras preguntas ¿Dónde estaría el límite? ¿Quién lo impondría? ¿Podríamos hacerlo si no se tratase de una emergencia? ¿Podríamos hacerlo por el mero hecho de intentar "mejorarnos"? No hace mucho oí en un noticiero que vamos, incluso, a poder implantarnos el teléfono móvil en el cerebro. Ya puestos nos podrán implantar el mando a distancia del televisor o el de la puerta del garaje, ¿abriremos el coche con la mente, solo pensándolo? ¿Por qué no ir más allá? ¿Por qué no en lugar de implantarme piernas me pongo ruedas? A lo mejor sería una solución a los atascos, a la contaminación, al aparcamiento. ¿Nos implantarían los principios de la robótica?
Fuera ironías, no se trata de especulaciones, ni invenciones, ni siquiera de relatos de Verne, Asimov o Wells, se trata de una realidad tan cercana que si Mary Shelley viviera y hubiera tenido que escribir su más afamada novela (Frankenstein) hubiera pasado más por un relato rosa de sociedad que de una obra literaria. ¿Dónde quedaría la justicia con gente tan dispar? ¿Se juzgaría a alguien con esas ventajas corporales igual a otro que nos la tuviera? Serán más fuertes, más rápidos. ¿Y la religión? ¿Tomaría algún posicionamiento práctica o se limitaría de despotricar simplemente?
Son muchas las preguntas que se suscitan y no se pueden exponer todas porque por muchas que reflejemos serán muchas más las que con el tiempo, el acceso y el uso de estas nuevas tecnologías se lleguen a generar. Supongo que se pondrán límites, que no todo valdrán ni todas las posturas, que se irán contestando todas las preguntas y por supuesto que tenemos servida en bandeja de plata la polémica.
Por: Tomás Castellanos Díaz